Ese fue el comienzo, hace apenas unos años, de lo que hoy se transformó en un estilo de vida, con un entrenamiento más que riguroso, 6 días a la semana, que “mechamos” con la familia, el trabajo, las cadenas, el súper, los amigos…la vida misma de dos mujeres comunes y corrientes.

Lunes 7.20am, invierno, verano, con lluvia, viento o sol, con ganas o sin ellas, ahí estamos, sabiendo que llegará Aníbal, nuestro entrenador, con una “sorpresa” no más agradable que anunciarnos que nos toca entre 6 a 10 pasadas de velocidad de 600 o 1200 metros. 

Martes 18.30pm, nos espera 1 hora y media de cuestas en Av. Italia. 

Miércoles 19.15pm, mitad de semana, cuando ya estás viendo que falta menos para el fin de semana, toca el día más duro del entrenamiento, PASADAS!!!; de esas que te da miedo preguntar cuántas son, a qué ritmo, el tiempo de pausa. Pero ahí ya no somos dos, estamos con el grupo, el que tira, el que da aliento, el que divierte, el que trasforma lo difícil en un poco menos complicado, con algún chiste tragicómico, o con un “es la última” cuando hace ya más de una hora que estamos corriendo.

Pero la semana no termina, jueves 7.20am nos vuelve a esperar Aníbal para subir y bajar escaleras, correr en la arena, dar vueltas por Kibón, o para hacer mil millones de sentadillas, de esas que ni sabíamos que existían. Sentadillas con salto, más agachadas, apoyando la cola en el cordón de la vereda, etc.

Y por fin llega el viernes, día de fondo, lo que para mí equivale a día de charla, aunque no todos, porque cuando tocan fondos rápidos no hay palabra que pueda asomar de mi boca. Pero cuando sí, somos 3 amigas que mientras corren conversan de los temas más insólitos que a alguien se le puede ocurrir: recetas, maridos,  hijos, colegios, ropa, botox, viajes, sueños, miedos, fracasos y muchas cosas más, porque no siempre alcanzan los 15 o 20 kms que tocan. Hay risas, llantos, y también hay días que las tres corremos en silencio. Basta con mirarnos para saber que ese día estaremos solas con nuestra mente mientras sentiremos el ruido de los championes golpeando el piso. 

Terminamos la semana los sábados 8am en la Paya Malvín, donde nos volvemos a encontrar con el grupo, a “competir” por quien sube más rápido los médanos o quien corre más distancia aguantando la respiración (¡que siempre gana Osmar!). Sábados de encuentros, de esfuerzo compartido, de chusmeríos, de pasaje de “piques”, de definir objetivos comunes: sábados de amigos.

¿Por qué la importancia de correr con amigos? Porque si bien la constancia, el sacrificio y el esfuerzo es de cada uno, siempre es más fácil cuando tenés amigos que hablan el mismo idioma y comparten la misma pasión. Y porque sabes que si mañana viernes toca encontrarse 6.30am en el poste 8.500 de la rambla no podés fallar, porque ahí van a estar, tus amigas, que al igual que tú están haciendo un sacrificio, de esos que vale la pena vivir.

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